En ocasiones no somos conscientes de la importancia que tienen nuestros más olvidados gestos, palabras o miradas. Pero ello, los pequeños espectadores que sin interrupción ninguna centran toda su atención en cada uno de nuestros movimientos absorben todo aquello que exponemos. Esto es bueno y no tan bueno, ya que como personas cometemos errores. Estos errores si se repiten pasan a ser compañeros de malos hábitos que el niño adoptará para sí y su persona forjando así su personalidad.
No debemos olvidar que lo que ven de fuera es nuestro reflejo y muchas veces distorsionado. Porque en los momentos en los que no conseguimos controlarnos no somos nosotros mismos en plenitud mental y espiritual, es decir, realmente no decimos o actuamos como lo pensamos, sino como lo sentimos (sin tener en cuenta las consecuencias o analizar las posibles premisas que han llevado a cabo esa actitud).
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