CORTESÍA Y COLABORACIÓN EN LA COMUNICACIÓN
Más que palabras mágicas
El desarrollo de la cortesía es una necesidad educativa del siglo XXI. Toma gran relevancia cuando se analiza desde el plano individual, pero más todavía si se observa desde un plano social. En lo que concierne al individual, la eficacia al disipar las complicaciones cotidianas y en el social, a los nuevos programas sociales que surgen tras la transformación de la humanidad. Necesariamente, se debe acercar la definición de dicho concepto a una conducta. Siendo así, el resultado de un compendio de habilidades cognitivas, de una serie de distintivos de la personalidad y de la influencia del medio social; en lugar de delimitarla a un término que nombra a personas atentas, afables y comedidas. Más allá de pronunciar unas palabras ante una situación en concreto, se ha de secuenciar el contexto junto a las personalidades participantes, para decidir qué reacción es la más adecuada atendiendo así a los distintos aspectos que condicionan su desarrollo.
Enseñar a comunicar en el ámbito educativo es primordial; teniendo en cuenta que cada individuo dedica alrededor de ochos horas diarias, durante sus primeros 16 años de vida a la escuela. Además, la situación de crisis laboral que se vive en las ciudades, provoca que la carrera académica se prolongue a estudios de ciclos formativos e incluso universitarios. Este suceso conlleva la continua reflexión en los aspectos que se deberán tener en cuenta para llevar a cabo el desarrollo de la actitud del alumnado, independientemente del ciclo o nivel formativo al que pertenezca. La labor del docente pues, recaerá no sólo en transmitir los conocimientos y saberes, sino en investigar el amplio campo que abarca el tratamiento de una cortés conducta.
Será de vital importancia para que los estudiantes consigan por ellos mismos resolver los nuevos problemas con acierto: la determinación de posibles estrategias que podrá aplicar el especialista, así como decretar las normas disciplinarias e identificar las relaciones interpersonales. De este modo, se favorecerá la coexistencia de nuevas conductas en diferentes situaciones críticas, en las que puedan hacer uso de sus habilidades de forma práctica y activa. Existen algunas variables que determinarán la reacción y el comportamiento del alumnado. Si bien es factible observar una clara distinción entre los apartados, es preciso relacionarlos entre sí accediendo a su significado de forma global.
El clima en el aula, florecerá de la estancia entre las relaciones de profesor-estudiante y relaciones del grupo de iguales entre sí que se manifiesten día a día en el aula. Los valores de convivencia descubren su principal posición en la jerarquía del aprendizaje, ya que son los proficientes de las destrezas sociales básicas.
Por otro lado, se encuentra el papel del docente, fundamental para poder conceder al grupo estudiantil un talante verdaderamente activo, mediante el cual, la opinión y el debate se realicen de forma dinámica, cordial e interesante. Para ello, será tarea del educador establecer pautas de trabajo donde la participación se entienda como un eje primordial.
Análogamente, se deberá de tener en cuenta la influencia del tipo de liderazgo de cada uno de los estudiantes. El carácter de las personas interviene en gran medida en la aceptación de pautas, por ello es conveniente apreciar las dispares personalidades que coexisten en clase. Un mismo grupo puede verse guiado por un conjunto de temperamentos que de forma contigua induzcan altercados, pero que aislados, condicionen productivamente un contexto positivo. De cualquier modo, se ha de tener conciencia de la riqueza individual que convive en la clase, para así utilizar las agrupaciones como herramienta de auxilio ante cualquier controversia. Igualmente, reflexionando en lo anteriormente expuesto, se puede recurrir a la formación de grupos con caracteres combativos, para crear situaciones en las que esa misma tropa estudiantil se vea inmersa en una situación crítica. A saber, para que se actúe en función del contexto por medio de una iniciativa particular, con el fin de solucionar el problema desde su interior. Exhibiendo algunas de las exclusivas naturalezas a las que se puede hacer frente, se encuentran: el temperamento de liderazgo transaccional, en el cual los miembros del grupo reconocen al dirigente como una autoridad insoluble que proporciona los recursos válidos para su equipo de trabajo; el carismático, que tiene la capacidad de modificar las creencias de los colaboradores; el auténtico, el cual se centra en liderarse en primer lugar a sí mismo y por último el liderazgo lateral, es aquel que se concentra en influir al conjunto de participantes de forma organizacional para lograr objetivos en común.
En varias investigaciones pedagógicas (Peiró y Gregòri, 2009; Castejón, González, Gilar y Miñano, 2009) se reflexiona en las bases esenciales para lograr un entendimiento global de la convivencia educativa y los valores que la encarnan. Se entiende que se ha de seguir un procedimiento metodológico, en el cual, se efectúen diversas consideraciones analítico-lingüísticas, fenomenológico-vitales, empíricas, etc., así como el hecho de
integrarlas de algún modo. Nuevamente, renace la idea de formar vigorosamente sobre cimientos filológicos al alumnado, que mantendrá durante toda su existencia relaciones con los adultos y con su grupo de iguales.
Entre las actitudes más solicitadas y requeridas para el buen funcionamiento personal, académico o profesional está la habilidad que permite cultivarse. Aquella que configura el ente de cada ser humano, la que acerca a la muchedumbre a la parte más humana de las personas, la civilidad. De ahí que, la comunicación sea mucho más que un grito de desesperación por conseguir un tipo de alimento, reproducirse o evitar la depredación. No importa en un individuo cuál sea su automotivación si no logra transmitir sus ideas a otros, ya que no generará acción alguna. El mayor número de desacuerdos y discrepancias que se suscitan en las relaciones humanas vienen dadas por la falta de entendimiento entre los sujetos. Dicho de otro modo, la excelencia que condiciona al hablante para que se produzca una transmisión eficaz de información y que en consecuencia permita obtener los resultados que desee, reside en la capacidad de percibir y comprender el comportamiento del otro que transferirá la sensibilidad por sus carestías y a una flexibilidad para saberlas operar con ecuanimidad y urbanidad.
Numerosas disciplinas colaboran estrechamente con la enseñanza de una buena educación. No obstante, la Pragmática preside la cúspide de la pirámide que recoge la referencia temporal y nominal, el orden de las palabras, la deixis, la estructura informativa y los marcadores discursivos. Avivadamente, se presentan una serie de palabras en nuestras mentes cuando se reflexiona sobre qué son los buenos modales, qué características ostenta una persona educada o en qué consiste ser cortés. Dichos vocablos biensonantes son aquellos que se escuchan de manera insuficiente y que a lo largo del tiempo se han ido perdiendo: gracias, buenas tardes, por favor incluso, disculpe las molestias. De acuerdo con el acto de habla y las reglas convencionales que lo caracterizan se enuncia la fuerza ilocutiva, la cual da vida a la emisión de un enunciado (ya sea en forma oral o escrita) mediante la ejecución de un acto. Se pueden encontrar múltiples efectos en la cortesía. Por un lado, quedan aquellos que provocan los enunciados interrogativos; son de gran productividad puesto que al interlocutor se le obliga de forma indirecta a satisfacer al locutor. Es decir, en la mayoría de los casos se logran los objetivos previstos si se maneja la destreza con delicadeza. Un ejemplo de este, podría ser que en una situación corriente en la que el interlocutor no tiene obstáculo alguno para alcanzar lo que se le está demandando, se haga la siguiente cuestión: ¿Puede pasarme la sal?
Aparentemente los buenos modales acompañan al locutor, ya que utiliza un vocabulario cortés. En cambio, el interlocutor no tiene muchas opciones gentiles más que responder sumisamente a la petición. En cuanto a la utilización del imperativo, se ceden más opciones de elección a la hora de tomar una decisión. Si se tuviera que responder al anunciador que dice Pásame la sal; el oyente podría responder Disculpe, no está a mi alcance. Fácilmente, la fuerza negativa se inhibe cambiando de hablante, así como transforma el acto perlocutivo.
Es sustancial destacar que la cortesía es un fenómeno cultural: lo que se considera como cortés en una sociedad puede ser grosero o incoherente en otra. Emerge un problema cuando la visión educativa se intenta cohesionar con la sociedad actual. Los nombres que sellan los cuadernos de las clases ya no son sólo castellanos. Convive una gran diversidad cultural, lo que supone una mayor riqueza y dificultad a la hora de comprender un acto comunicativo. En unas naciones un mismo enunciado puede parecer obvio y en otras podría recibir una interpretación distinta. Continuando con el anterior modelo ¿Puede pasarme la sal?, podría confundir al oyente. Se podría crear una situación incómoda, revelar una insinuación tal que se entienda como incapacidad de efectuar dicho acto. Con lo cual, se deberán manejar con cautela y precisión las palabras que escapen al habla. Se trata de un arma de doble filo, condicionalmente originará un “efecto cortés o descortés y un desconcierto absoluto”, dependiendo de la cultura. En este sentido, los eructos en Japón son una muestra de buena educación después de una exquisita comida pues demuestra que se ha hecho una buena digestión. En el globo occidental, empero, eructar está considerado como un gesto desagradecido o de mala educación. Semejantemente, sucede con el hecho de mascar chicle, consentido en un ámbito informal y penado en encuentros formales.
Es posible distinguir entre la cortesía negativa (concerniente a la deferencia: ¿Podría alcanzarme esa revista, si no es mucha molestia?, Si a usted no le importa, voy a levantarme de la mesa) y la cortesía positiva (que busca promover un nexo positivo entre dos partes: ¿Se encuentra bien?). Por esta razón, el equipo docente deberá educar con el fin de lograr en los discentes una actitud analítica y ambiciosa. Primeramente, el individuo deberá evaluar su ambiente (contexto), analizar la situación (teniendo un criterio – principio de relevancia-), seleccionar detenidamente qué técnicas son las adecuadas y correctas para alcanzar su propósito (que el interlocutor interprete o entienda lo que él
realmente desea transmitir). Se debe enseñar pues, a actuar ante la diversidad de personalidades a las que nos enfrentamos en nuestros discursos lingüísticos. Convendrá enseñar a utilizar los recursos que existan para analizar a sujetos o situaciones, así como, a ser conscientes de cuáles son sus verdaderos intereses y cuál es la forma más idónea de transmitirlos.
A propósito del contexto educativo, la influencia de la cortesía trasciende a cualquier programa curricular. El análisis lingüístico ha de ser complementado con una fase provechosa de elaboración intelectual. Por ello, se requiere una labor gramatical que tenga en cuenta tanto la lingüística filosófica, explicativa y profunda como la lexicología en sí. "Una oración está hecha de palabras, un enunciado se hace con palabras... Los enunciados se hacen, las palabras o las oraciones se usan... La misma oración se usa al hacer diferentes enunciados (yo digo 'Es mío', tú dices 'es mío'); también puede usarse en dos ocasiones o por dos personas para hacer el mismo enunciado, pero para esto la emisión debe hacerse con referencia a la misma situación o evento" (J.L. Austin, ibid. pág 151). Expuestos que constituyen o no, por ellos mismos, acciones que examinadas desde diversos puntos de vista emitirán un significado u otro. A su vez, lo que se ha dicho en cuestión, compromete al hablante a hacerlo real y no dejarlo simplemente como meras palabras en el aire. La fragilidad que comporta una declaración de intenciones y su desmentido simultáneo, es una violación del uso de las expresiones, con las normas sociales que supervisan su manejo.
En conclusión, la burocracia y la administración deberían encontrar el espacio que solicita la cortesía en el mundo educativo. Habría que debatir rigurosamente sobre los riesgos y las oportunidades que plantea un docente que mantiene una correcta actitud, una óptima expresión y una clara transmisión de conocimientos teóricos o prácticos. En lugar de abandonar la tarea pedagógica tras recibir una decepción al corregir manuscritos que sólo proporcionan una calificación cuantitativa; se debería de buscar la manera de encontrar una salida exitosa, pues en numerosas ocasiones el culpable del fracaso escolar no es el alumnado, sino el docente, al no transferir correctamente lo que deseaba. No es costoso recordar qué virtudes caracterizaban a nuestro maestro/a o profesor/a más estimado: atento/a, comprensivo/a, trabajador/a, amable, afectivo/a… Tampoco olvidamos la claridad de sus exposiciones, la invitación que nos hacían para ponerlas en práctica, la colaboración y cooperación que estimulaban en las actividades. Lo cierto, es que a pesar de los apuros que puedan presentarse en el intrépido camino del nuevo sistema educativo, nada debería detenernos a miras de prescindir de las clases expositivas en las que el discente pasa a tomar
el papel de objeto inerte. El cometido de formar un futuro competente y feliz está en manos de especialistas en el ámbito de la cultura, por ello, se ha de trabajar con ilusión y empeño para conquistar lo más profundo de cada uno de esos seres que confían en nuestras respuestas. Por ello, se debería considerar el hecho de plantearse la formación desde los opuestos polos existentes en el ámbito de la dialéctica. Está en nuestras manos guiar tanto por el camino lleno de espinas como por la senda llena de flores. Aquel que se envuelve de engaños, tergiversaciones, manipulaciones y corrupciones o por el contrario, el que abarca la belleza en toda su armonía de diálogos justos y consecuentes. Los contenidos básicos de las asignaturas deberían prepararse en base a las competencias lingüística y comunicativa, lo que permitirá una actualización permanente de las generaciones que convivan en la era del momento y con ello, la aceptación y respeto por las diversas personas que conviven en esta. Así, como la restitución del auténtico valor añadido, que fortalece el encuentro de la figura del enseñante y el educando, reservándose para sí la exquisitez del saber que puedan transmitirse colaborando mutuamente en una triunfante comunicación.
Lista de Referencias
Castejón J.L., González C., Gilar, R., Miñano, P. (2009) Psicología de la Educación. Alicante: Editorial Club Universitario.
J.L. Austin. (1995). Cómo hacer cosas con palabras. Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Sitio web: www.philosophi.comPeiró, S & Gregòri. (2009). Valores educativos y convivencia. Alicante: Editorial Club Universitario.
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Consultado en http://www.rae.es/.
Searle R, John. (2007). Actos de habla. Alicante: (3ª ed.) Catedra.